Patrick Boucheron: "La autonomía de la ciencia y la pluralidad de la información son pilares de la democracia"

Este es un libro que contiene muchos libros, una biblioteca histórica fundada en hechos conocidos y otros no tanto para componer una historia universal, una forma de acercarse al devenir de un mundo siempre en ebullición, incluso cuando no se tenía conciencia de los hechos que se estaban viviendo. Al respecto, el talentoso historiador francés Patrick Boucheron viene de publicar un libro extraordinario: Fechas que hicieron historia. Diez formas de crear un acontecimiento (Anagrama).

Boucheron, protagonista ya de la tradición que observa el mundo con curiosidad y erudición en la que se inscriben sus amigos –historiadores imprescindibles– José Emilio Burucúa, Roger Chartier o Carlo Ginzburg, entre otros, se pregunta qué es un acontecimiento histórico, cómo se inscribieron las fechas clave y cómo es que se volvieron parte de la Historia. El libro se basa en una serie documental creada por Boucheron que se emitió en el canal Arte (Francia) en 30 episodios al que le acaba de sumar otros 15 nuevos. Se trata de una investigación monumental que no parece tener fin. La elección de los temas, el enfoque y la reelaboración del punto de vista y el análisis de cada tema hacen de este libro un texto único en su especie y un trabajo exquisito y muy distinguible en el panorama de los libros de historia recientes.

Boucheron vino a Buenos Aires a presentar su libro y a participar de una “avant première” de La Noche de las Ideas. Protagonizó una conversación “histórica” con Burucúa en la UBA bajo el lema: “El poder de la Historia en un mundo cambiante”. La Noche... fue organizada por: Institut français d’Argentine - Embajada de Francia, la red de Alianzas Francesas de Argentina, Fundación Medifé, la red de los Centros Franco-Argentinos y gobiernos locales.

En su libro y en esta conversación de una mañana de sábado porteña se basó en hechos universales, desde el principio de los tiempos hasta el siglo XX.

–¿Tuvo la intención de hacer una historia universal “a mi manera” eligiendo estas fechas en particular?

–Hay varias maneras de situar las fechas en el libro. La más sencilla fue en un friso cronológico, partiendo de la prehistoria con la Cueva de Lascaux (¿-16.000?) y hasta la historia contemporánea, situada en la liberación de Nelson Mandela. También utilizo mapas y líneas de tiempo. Esta idea intenta escarbar, ahondar en esta expresión francesa: ça a eu lieu. O sea, que tuvo lugar un acontecimiento. El tiempo se pliega en el espacio y esta forma de pensar en el acontecimiento como una intriga en el espacio; es también una de las características específicas de este proyecto. Y por último, se trata de la universalidad del tiempo, de la totalidad del espacio, del mundo, pero que no intenta agotar todos los problemas generales, temáticos de la historia universal. No intentamos dar la vuelta al mundo, pero sí hacer una colección de problemas planteados universalmente por la cuestión del acontecimiento en la historia.

–“Jugar con el calendario”, propone y pone bajo la luz todo lo que implica el año 1000 en el que aparece el término “magia”. ¿La llegada de ese año hizo pensar en la posibilidad del fin del mundo? ¿Quiénes lo vivieron de modo apocalíptico?

–Hay una fascinación, al menos en la cultura europea, del año 1000 después de la encarnación de Cristo, es una fecha mágica, que el Apocalipsis de San Juan, consideraba como un momento de posible cambio, o incluso del fin del mundo. En historia solemos conocer el acontecimiento y luego buscamos la fecha. Por ejemplo, la fundación de Buenos Aires, tenemos un evento y buscamos la fecha: 1536. En el año 1000, tenemos una fecha y estamos buscando el evento. En otras palabras, nos gustaría que algo hubiera tenido lugar en el año 1000. En realidad, el siglo XI del calendario cristiano es un momento importante en la historia social del Occidente medieval, porque fue en esta época cuando surgió lo que llamamos sociedad feudal. Pero no hay ningún acontecimiento concreto que nos permita considerar que la gente era consciente de algo. Es interesante ver que estas historias sobre calendarios y cronologías son también historias sobre la conciencia histórica, lo consciente que somos del tiempo. Y evidentemente, la percepción del tiempo en la Edad Media era una en particular para los monjes que conocían el Apocalipsis de San Juan, que sabían calcular las fechas cristianas, la fiesta de Pascua y demás. A la pregunta, ¿Tenían miedo del año 1000? No, porque nadie sabía qué era el año 1000. Y aunque lo supieran no representaba nada en particular. Pero el milenarismo existe y sabemos que este miedo fue más o menos una invención de los historiadores. El miedo se reavivó con la llegada del año 2000. Pero no temíamos el fin del mundo, sino a que las computadoras se estropearan. Y a menudo es así en la historia, pensamos que estamos describiendo los miedos de las sociedades antiguas cuando en realidad simplemente estamos proyectando nuestros propios miedos contemporáneos sobre el mundo antiguo.

–Tomó fechas relativas a la vida y muerte de Cristo, el año 1 del islam, peregrinaciones, etcétera. ¿Se puede pensar la historia universal como la historia de las religiones?

–Claro, hay qué considerar qué religiones pero también los sistemas políticos que han transmitido la idea de universalidad. Hay dos acontecimientos principales en el cristianismo, que son la Natividad y la Pasión, y durante mucho tiempo la gente dudaba si la nueva era empezaba con el nacimiento de Cristo o con su muerte. En este último caso habríamos pospuesto todo 33 años. Me gustaría señalar que Cristóbal Colón estuvo implicado en esto, porque en 1492 también estábamos en un periodo milenarista, había cálculos de que nos acercábamos al fin de los tiempos, y Cristóbal Colón estaba, de hecho, intentando provocar la aparición del tiempo cristiano universal en el Nuevo Mundo. Pero uno no calcula esto a partir de un nacimiento o de una muerte. Después de todo, el profeta Mahoma nació y murió, pero es el paso del tiempo lo que hace que el tiempo islámico sea universal. En Roma tenemos un universal secular que no es estrictamente religioso, pero sí ideológico. Toda la cuestión de la fundación de Roma es también básicamente la cuestión de, ¿qué es el tiempo universal? ¿Pondrá a las diferentes sociedades al unísono con un tiempo universal que también se ha calculado desde la fundación de Roma?

–Cuando decimos Revolución Francesa, pensamos en el 14 de julio de 1789. ¿Por qué eligió como fecha clave la del 20 de junio de 1789?

–Lo interesante del juramento de la Salle du Jeu de Paume (similar a la pelota vasca) del 20 de junio para elegirla en lugar del 14 de julio de 1789, es porque nos permitía entender qué es un día revolucionario. Es decir, por la mañana no sabés que sos revolucionario y por la tarde te dejás llevar por los acontecimientos. Los Estados Generales del reino se reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789: allí estaban la nobleza, el clero y el Tercer Estado. Y en el momento del juramento los diputados del Tercer Estado, es decir, de las ciudades, la burguesía y el campo, se reunieron por separado en la sala del Jeu de Paume de Versalles, y juraron que no se separarían hasta haber dado a Francia una constitución. Así nace la Asamblea Nacional. Es una fecha que conmemora por adelantado lo que traerá, es un acontecimiento hablado. Eran los diputados del Tercer Estado, de las provincias. La mayoría son monárquicos, no están allí para hacer una revolución. Pero el día revolucionario es lo que te convierte en tal. Están impulsados por algo que no entienden y que puede asustarlos. No saben lo que hacen, pero lo hacen. Y por la noche, escriben y dicen: “Bueno, hemos hecho algo increíble, valiente tal vez”. Elegimos el 20 de junio para preguntarnos qué es realmente un día revolucionario.

–Usted escribió dos capítulos impactantes referidos a las catástrofes de Hiroshima y Pompeya, muy distanciadas en el tiempo y un poco en la geografía. ¿Cree que hay algo que vincule estos dos eventos?

–Hiroshima es el nombre de un lugar, también el de un desastre. Un día después de la bomba, el diario Le Monde tituló “Una revolución científica”. Destacaron que, por primera vez, la humanidad se había dotado de medios de destrucción extraordinarios debidos a una revolución científica, que es la física nuclear. La muerte atómica es instantánea y lenta. Es irradiación y es la lenta agonía de los japoneses irradiados que pueden morir mucho tiempo después. Los estadounidenses dijeron inmediatamente: “Fue una decisión para acelerar el final de la guerra”. En otras palabras, si no hubiera habido Hiroshima, la guerra habría continuado y habría habido más muertos. Esto es lo que llamamos una historia contrafactual. Todo esto hace que para mí Hiroshima sea un acontecimiento, ¿Qué es el tiempo, qué es el mundo, qué es lo universal? Jugamos con la comparación –puede parecer extraño– con la con la ueva de Lascaux, descubierta durante la Segunda Guerra Mundial. Georges Bataille fue en 1945 y dijo: “vi el destello de Hiroshima”. ¿Por qué? Porque el terror atómico es la idea de que tal vez, puesto que el hombre tiene ahora los medios para destruir a toda la humanidad, podría haber una tierra después del hombre. Y lo que Bataille creyó ver en Lascaux fue el origen del hombre. Así que la prehistoria era un puente hacia el después de la historia.

–Y cruzando los tiempos, se cruza con Pompeya...

–Hemos hecho esta conexión, pero podríamos hacer la misma con Pompeya porque es absolutamente fascinante. Es comparable porque estamos hablando de una ciudad destruida por un diluvio de fuego y cenizas, de lluvia negra. En ambos casos, la gente murió al instante o al cabo de unos días. En Hiroshima y Pompeya, de hecho, hubo un enorme incendio que duró días y días y la gente no entendía qué estaba pasando. La lluvia negra congeló Pompeya y la guardó en una especie de sarcófago de ceniza, y en cierto modo lo que estamos viendo es una revelación. Una revelación en el sentido fotográfico, un negativo. En Hiroshima el fuego nuclear irradió cuerpos y así los cuerpos se imprimieron en las paredes. Hay un efecto inverso en Pompeya, que significa que la ciudad fue destruida, pero ahora está disponible para los historiadores del futuro. La historia de Pompeya es la del redescubrimiento de sus restos desde finales del siglo XVIII y el nacimiento de la arqueología. Así como los relojes de Hiroshima se congelaron marcando las 8:16, el mundo se detuvo en Pompeya en una fecha que no es fácil de definir, en el año 79 a.C., solo del año estamos seguros.

–¿Qué significa la conquista de los polos para el mundo entero? Hoy Trump está obsesionado con Groenlandia y el Polo Norte.

–Lo que nos interesaba era ver el momento en que el mundo de los exploradores y aventureros parece acabado, terminado. El objetivo de las sociedades geográficas del siglo XIX era penetrar en las masas continentales y en particular en África, por supuesto, para doblegarla, pero los continentes aún no habían sido penetrados. Pero en 1900, las sociedades geográficas eran una alianza entre la curiosidad y la dominación. Justificaban su deseo de dominación por un deseo de conocimiento. Hay una competencia por la conquista de los Polos Norte y Sur. Coincide con el nacimiento del deporte competitivo. Y así las conquistas de los polos fue una competencia deportiva para las grandes potencias coloniales europeas. Lo interesante de la conquista de los polos es que es lo mismo que Groenlandia, para Trump, tiene un aspecto geopolítico, por supuesto, ya que por definición los polos son los lugares del globo que más desafían nuestra representación planisférica. Y son lugares de ficción periodística y fricción entre imperios y potencias. En el Polo, ya sea al norte o al sur, y esto lo sabemos incluso más que hace 100 años con la conquista del Polo Sur. El Polo es el archivo universal de la humanidad, de nuestro clima por ejemplo. Y allí está el origen de la cooperación científica internacional. Es decir, desde principios del siglo XX, creamos bases internacionales de observación científica en los polos. Y así, esta cuestión a la vez de virilidad y de competencia deportiva se plantea ahora de nuevo en Groenlandia, porque se trata de lugares a la vez de cooperación internacional para los científicos y de competencia política para los poderes.

–Le dio un lugar de importancia a una fecha que es una imagen icónica: la liberación de Mandela...

–Todos vimos en directo a Nelson Mandela, el preso político más antiguo del mundo, que había estado 27 años en la cárcel, salir vacilante de la cárcel el 11 de febrero de 1990, con su mujer, sus amigos, sus carceleros, delante de las cámaras de todo el mundo. Las últimas fotos que teníamos de él son de un hombre joven. Los años que transcurrieron entre la liberación de Nelson Mandela y su elección como presidente de Sudáfrica en 1994 fueron años muy violentos, e incluso hoy, la cuestión del legado del apartheid no está resuelta. Pero creo que es importante desde el punto de vista de la historia universal. Es una historia de colonización y descolonización, crímenes, campos de concentración y liberación y negación. Pues bien, toda esta historia puede contarse desde el extremo sur del continente africano. Desde Sudáfrica, se ve toda la historia. La liberación, la caída del apartheid también puede considerarse como la última de las descolonizaciones y es una historia de emancipación. Es una historia de conciencia universal, de movilización colectiva, sin ingenuidad.

Hay una frase esencial en las memorias de Mandela sobre lo que es la emancipación, que en mi opinión es la frase clave del siglo XX y que se aplica a todos los movimientos de liberación, es que nuestra liberación no es completa hasta que hayamos liberado a nuestros opresores. Esto en un momento en el que tantos poderes autoritarios del mundo, empezando por Trump, se mueven por una única pasión: la venganza. Mandela estuvo 27 años en prisión y cuando sale, no busca venganza, busca reconciliación. Porque sabe que no será libre, plenamente libre, hasta que el último de sus opresores, de sus verdugos, de sus carceleros, sea liberado de sus prejuicios. Eso puede sonar muy lírico, muy optimista, pero es un optimismo de método. Hago Historia porque creo en el poder emancipador de la historia. Porque creo que, efectivamente, es un arte de emancipación a través del conocimiento. Nos liberamos aprendiendo del pasado y por eso, esta es una esperanza de método de trabajo y sigue siendo nuestra.

–Quería pedirle un ejercicio de imaginación... ¿Qué lugar tendrían en el libro, en el futuro, personajes como Trump, Putin, Orbán, Milei...?

–Todas estas experiencias de nacionalismo autoritario populista tienen una agenda diferente. pero hoy entendemos que todo está coordinado, que es coherente y hay un programa. Nos hemos decepcionado, hemos perdido el tiempo. Nos hemos dejado engañar por la payasada, la bufonada. Trump, pero también Berlusconi antes o Boris Johnson en Inglaterra. Es lo que Michel Foucault llamaba la primavera de lo grotesco, políticos que se convierten en sus propias caricaturas. Y desde el momento en que se convierten en sus propias caricaturas, es muy difícil caricaturizarlos. Es decir, tenemos al menos uno de los medios más comunes de subversión política a través de la burla o la caricatura que nos es arrebatado, que nos es confiscado porque estos líderes se esmeran en ser escandalosos, violentos, caricaturescos y así paralizan a todo el mundo. El primer efecto es decir "De verdad, esto no es serio". Hoy vivimos en un mundo donde sólo hay una gran narrativa movilizadora para las sociedades desarrolladas, por así decirlo: dicen estar cansados de la democracia. Es bastante complicado porque el nacionalismo populista de Trump o de Orban dicen actuar en nombre del pueblo, y por lo tanto en nombre de una democracia que ha sido confiscada. Están diciendo claramente que la democracia es su enemigo. Sabemos que la democracia es también el enemigo de toda la internacional de Trump. Pero dicen otra cosa: "La democracia ha sido confiscada por las élites y nosotros, en nombre del pueblo, vamos a recuperarla". Y para ello desarrollan una política de segregación y separación y de ruptura con todo el movimiento de emancipación de los derechos y libertades públicas.

Hoy, esta es la única narrativa coherente. atractiva, la única que cuenta con el firme apoyo de poderosos intereses económicos. ¿Y por qué? Ahora hemos comprendido que los que se oponen a la democracia y los que se oponen a la transición energética son las mismas personas, es decir, están financiados por los mismos intereses. Este ataque es contra la democracia en el sentido de que la democracia debería ayudar a concienciar sobre las consecuencias del cambio climático. Por lo tanto, eso es algo absolutamente esencial y complicado. Pero el discurso ecológico global no es una gran narrativa movilizadora. La prueba es que no hay un solo país donde la ecología política haya tomado el poder.

Es bastante complicado porque el nacionalismo populista de Trump o de Orban dicen actuar en nombre del pueblo, y por lo tanto en nombre de una democracia que ha sido confiscada. Están diciendo claramente que la democracia es su enemigo. Sabemos que la democracia es también el enemigo de toda la internacional de Trump. Pero dicen otra cosa, dicen: "La democracia ha sido confiscada por las élites y nosotros, en nombre del pueblo, vamos a recuperarla". Y para ello desarrollan una política de segregación y separación y de ruptura con todo el movimiento de emancipación de los derechos y libertades públicas. Hoy, esta es la única narrativa coherente. atractiva, la única que cuenta con el firme apoyo de poderosos intereses económicos. ¿Y por qué? Ahora hemos comprendido que los que se oponen a la democracia y los que se oponen a la transición energética son las mismas personas, es decir, están financiados por los mismos intereses. Este ataque es contra la democracia en el sentido de que la democracia debería ayudar a concienciar sobre las consecuencias del cambio climático. Por lo tanto, eso es algo absolutamente esencial y complicado. Pero el discurso ecológico global no es una gran narrativa movilizadora. La prueba es que no hay un solo país donde la ecología política haya tomado el poder.

–¿Por qué atacan a las universidades, al periodismo, por ejemplo?

–Y ahí radica el problema, un problema que debería interesarnos a todos, y es que si la gran narrativa actual es la de una narrativa nacional populista, autoritaria y antidemocrática contra la ciencia, contra las libertades civiles, la igualdad de derechos y la lucha contra la injusticia y la discriminación. No tenemos un discurso alternativo que sea tan poderoso, coordinado o coherente. No olvidemos nunca que la invasión rusa en Ucrania comenzó con una agresión contra la historia de Ucrania. Durante años se reescribió la historia convenciendo a los rusos de que Ucrania era parte de Rusia. Y Putin atacó Memorial, la gran asociación que defiende la memoria rusa de los crímenes del estalinismo. Así que las guerras siempre empiezan con guerras contra la historia, contra la ciencia. Toda esta gente tiene una actitud antiintelectualista y pasaron al ataque cuando ya habían ganado la batalla de las ideas. Por el momento, los que no nos dejamos seducir por este discurso estamos perdiendo todas las batallas, las políticas y las de las ideas. Siempre he querido defender la autonomía de mi disciplina, de la Historia. No soy un historiador militante que consideraría que su saber debe estar al servicio de una lucha. Yo lucho por la historia. Y simplemente, no podemos ser autónomos en un mundo político que rechaza la autonomía del conocimiento. Así que tengo que involucrarme, aunque sólo sea para defender mi autonomía. Estoy preocupado, movilizado, pero decididamente optimista. Al defender a los periodistas o a los universitarios, no sólo nos estamos defendiendo a nosotros mismos, estamos defendiendo el bien común. Estamos convencidos de que la autonomía de la ciencia y la pluralidad de la información son dos pilares de la democracia.

Es uno de los máximos exponentes de la renovación historiográfica europea. Catedrático del Collège de France, ha dirigido el bestseller Histoire mondiale de la France (2017). En sus obras analiza las raíces medievales de fenómenos políticos, como la deriva autoritaria de los gobiernos democráticos –Conjurar el miedo (2018)– o la utilización del miedo como herramienta política –El miedo (2019)–. Ha aumentado su presencia pública con textos que advierten contra el ascenso de la ultraderecha y los populismos, como El tiempo que nos queda. Participó en la serie documental Quand l’histoire fait dates, de la que forma parte Fechas que hicieron historia.